jueves, 24 de noviembre de 2011

Mi paso por la Jornada Mundial de la Juventud 2011 – Franco Morales

Hola! Me presento. Soy Franco Morales de Mar del Plata y quiero dar testimonio de mi paso por la Jornada Mundial de la Juventud 2011 en Madrid.

Me siento a escribir este testimonio y no puedo dejar de preguntarme ¿Cómo poder trasmitir a otro lo grande que fue el haber vivido esta Jornada Mundial? Creo que ahí tengo parte de la respuesta. La Jornada Mundial fue GRANDE. Claro, fue grande en número, fue grande en tamaño, pero principalmente fue grande el cambio en el corazón que me propuso.

Como les dije, soy de Mar del Plata. Las realidades que vivimos en la costa atlántica hicieron que en esta JMJ participáramos pocos jóvenes de la diócesis. Es por ello que buscando y buscando llegué a Partida Córdoba. No viene al caso relatar los avatares que me trajeron hasta acá, pero sí quiero decirles que no fue azar. El haber compartido esta JMJ con ellos/ustedes fue, definitivamente, por obra de Dios.

Después de varios meses de oración y preparación llegué a Córdoba-Argentina. No voy a ocultar los miedos que tenía; no sabía con quiénes me iba a encontrar. Sin embargo, descubro un grupo grande, fuerte y muy centrado en Cristo. Eso no sólo me dejó “tranquilo”… Sino que ya me movilizó de entrada. Saber que hay un grupo de jóvenes que organizan retiros y misiones con la consigna de “Jóvenes evangelizando a otros jóvenes” que es lo mismo que hacemos nosotros acá en Mar del Plata (a 1200 kms de distancia!!!) con un grupo que se llama Camino de Vida Cristiana, no puede menos que movilizarte. Y era sólo el comienzo…

Salí con un grupo del 5 de agosto con destino Roma y luego nos encontraríamos con el resto en Córdoba de Andalucía, al sur de España, para vivir la Pre-jornada. Desde ya les aviso que lo que hicimos no fue un viaje… fue una peregrinación. No íbamos de turistas, no íbamos a conocer. Íbamos a encontrarnos con Cristo. La clave era el ENCUENTRO. Sentí muchas veces que este grupo que acababa de conocer ya lo conocía hace tiempo y que ellos ya me conocían a mí. Y es que reconocíamos todos que había algo que nos superaba y nos contenía a todos que era la presencia de Él. Ciertamente en eso fui descubriendo a la presencia de Dios en este viaje. Todos estábamos en la misma sintonía. Todos teníamos muy en claro que es dando que se recibe, es entregándose entero que se es feliz. Y así lo íbamos viviendo.

Por momentos me costaba poder entender qué es esto de “encontrarme con Cristo”. ¿Cómo es que me voy a encontrar con Cristo tan lejos de mi tierra? Fue el tiempo y la peregrinación los que me permitieron responder esa pregunta. Con Cristo fui encontrándome al encontrarme conmigo mismo, pero más aún con los otros. Fue en las comidas, en las caminatas, en las charlas, las canciones y los chistes donde, encontrándome con los demás me fui encontrando con Él. ¿En qué encontraba la presencia de Cristo en estas cosas? En vivir una alegría diferente que excede la alegría propia de un viaje cualquiera. Fue en estas cosas donde la decisión y el esfuerzo de mi familia y mío de embarcarme en este viaje tuvieron un sentido pleno.

El paso por el Vaticano en particular significó una luz en mi vida de Fe. Durante años había soñado con esta experiencia, y el poder vivirla fue como un cable a tierra con la Iglesia misma. Sentirme realmente parte de esta Iglesia por la que tanto damos día a día. Una de las cosas que más me llamaron la atención fue cómo superó mis expectativas mi paso por la Santa Sede. Poder ver el paso del tiempo, las obras, su cantidad y belleza no deja lugar a dudas. Dentro de ese lugar hay una Verdad que no se puede ocultar. Varias de las personas con las que compartí la experiencia dijeron lo mismo: dentro de la basílica de San Pedro, el tiempo y el espacio se tornan algo relativos. Uno realmente se siente acogido y como en casa. Sí! En ese lugar gigante, donde hay tanta gente de lugares tan distintos, uno se siente como en casa. Y todo eso que tantas veces escuchamos sobre el oro del vaticano, cayo como agua en canasta. Cada elemento que formaba parte de la Basílica San Pedro tenía su sentido y no era una simple muestra de poder u posesión, sino una muestra de esa Verdad que emana de la Iglesia.

Vivimos una pre-jornada particular. No nos distribuyeron en colegios y gimnasios. Nos tocó alojarnos en casas de familias. Y creo que esto ya hizo, desde el inicio, de esta JMJ algo especial. El pasar día a día con los habitantes de Castro del Rio y Baena (pueblos cercanos a Córdoba de Andalucía), nos permitió realmente ser misioneros, ser testimonio vivo de nuestra fe en Jesús, por el simple hecho de estar. A mí me tocó vivir esos días con Marta (madre), Alfonso (hijo, 28 años) y Marta (hija 20 años) quienes estuvieron constantemente conmigo, acompañándome y acogiéndome como familia. Al irme pudimos compartir lo mucho que nos había movilizado, a ellos y a mí, esta experiencia. La Fe en España y en Europa en general, es una fe bastante dormida. A medida que fueron pasando los días (tanto en la prejornada como en la jornada) íbamos dándonos cuenta que nuestra presencia era una forma de recordarles que nuestra iglesia es una iglesia viva, despierta, joven y centrada en la figura de Jesús.

Sobre la jornada tengo miles de cosas para compartir. Realmente cada encuentro, cada saludo, cada canción iban llenando y superando todas esas expectativas con las que había ido. Para resumir voy a contarles tres cosas que me han marcado mucho y me parecen significativas para testimoniar mi paso por la JMJ 2011.

La primera tiene que ver con el vivir en comunidad mundial. Si bien uno sabe que quienes participan de la JMJ son Católicos, y uno también sabe que hay católicos en todo el mundo, no deja de sorprender el hecho de poder ver a católicos comprometidos y con una fe viva de países como Corea, Japon, Irak, Israel, India, Nigeria, etc. Ver que compartían, sentían, y vivían cada celebración de la misma manera que lo hacemos en nuestros propios lugares fue una impresión bien fuerte de lo Universal de nuestra iglesia. Ir por las calles y escuchar a Alemanes cantando canciones que todos los domingos cantamos en el coro de mi parroquia, o a Coreanos arrodillándose par a par conmigo para adorar al santísimo, o a israelitas rezando un rosario por la calle. Tal vez les suene gracioso y hasta patético, pero muchas veces los subtes eran lugares donde uno más podía compartir con otros cristianos su vida de Fé. En esos 10 minutos en los que uno se translada de un lugar a otro, apretado por la cantidad de gente, todos estábamos muy atentos y movilizados a poder conocer la vida del otro, su lugar, su nombre, con quién vino y cómo vive su fe; y, al mismo tiempo, compartir la experiencia propia. Bastaba con preguntar ¿De donde sos? Para poder entablar diálogo, y compartir historias de vida. Gran parte del tesoro que me llevo de esta JMJ son esas historias de gente que probablemente no vuelva a ver nunca más en mi vida, pero que comparten conmigo el mismo sentimiento y la misma fe en Cristo.

Lo segundo tal vez no es tan agradable y más que testimonio propio es el de otros. Me refiero al testimonio de los cristianos perseguidos en todo el mundo. A medida que íbamos contactándonos con gente de diferentes lugares nos fuimos dando cuenta de lo real que es la persecución que sufren quienes siguen a Cristo en otros paises. Algo que para nosotros es normal, rutinario y hasta (hay que decirlo) aburrido como es ir a misa al templo, es razón en algunos lugares del mundo para la persecución, el maltrato, la tortura y hasta la muerte. Es mucha la información que hoy por hoy hay al respecto, simplemente voy a quedarme con dos cosas para poder mostrarlo. En primer lugar, le haber escuchado o leído que se estima que hoy la cantidad de muertos perseguidos por su fe es mayor que en la época romana. En segundo lugar, el testimonio de un cristiano de Irak que, en esas charlas de las que les hablé en el párrafo pasado, contó con angustia pero firme en su fe que un tiempo antes de venir para la jornada mundial habían asesinado a su tío a causa de su fe. En este testimonio personal, hago presente el testimonio de fe de todos ellos.

Por último, la presencia del Santo Padre Benedicto XVI. El estar, acompañar, rezar y dar sentido a toda esta jornada es gran parte del éxito que tuvo esta jornada. Sus palabras y presencia nos dejaron bien en claro que, por más cariño y añoranza que tengamos por Juan Pablo II, los jóvenes de hoy somos ya de la generación de Benedicto. Le pertenecemos y con el respondemos ante los nuevos desafíos que la historia nos propone. Como dice San Agustin: Mansos como palomas y astutos como serpientes. La Jornada Mundial nos hizo darnos cuenta que estamos haciendo historia, que somos la presencia viva de Cristo en el mundo y que nos requiere para ser instrumentos de él en la venida del Reino.

Como les dije al inicio del testimonio, esta Jornada conmovió mi corazón y mi vida. Son muchas las cosas que me traje y por las que tengo que agradecer. No quiero terminar sin agradecer a cada una de las personas con las que compartí esta peregrinación. Cada uno, a su manera y con sus tiempos, fue entrando en mi corazón y formando parte de mi historia. El vivir semejante experiencia, con semejantes personas no puede ser menos que gracia de Dios. El día de hoy, a casi un mes del inicio de la Jornada, no dejo der sentirme parte de una familia. Una familia que se encuentra geográficamente a 1200 kms de distancia, pero está muy cerca en mi corazón. Gente… Desde Mar del Plata se los extraña. Es por eso que quería dejarles, como parte de este testimonio, una poesía, sencilla y con algunos errores, pero muy sentida, que hace las veces de regalo a la distancia para todos aquellos que me abrieron su corazón y vibraron al mismo tiempo durante esta peregrinación. GRACIAS POR TANTO!

Franco Morales – Mar del Plata



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